Sobre la pantalla, emergen dos jovencisimos talentos de nuestro cine, para interpretar a dos ladronzuelos muy diferentes en apariencia, pero que comparten una pasión que es la esencia misma de ambos: robar.
Ambos se mueven por el mundo con ese desparpajo que caracteriza a la nueva generación de post-adolescentes, sin dejar nunca de hacer de sus vidas un juego. Las miradas de ella, entre inocente y traviesa, conseguian a veces traspasar la pantalla y rebotar sobre mi presente, haciendome evocar a su
alter ego ladrona de corazones -intento no acordarme de ella, pero por unas u otras siempre acaba emergiendo su figura-. Pero sé que tanto una como la otra discurren por el sendero de la fruta prohibida...
Ultimamente me resulta imposible acudir a un cine sin pasarlo mal durante la proyección. Me crujen demasiado algunas escenas, algunas imágenes, algunas palabras, algunas miradas... No disfruto, lo paso mal! Y esto no me había ocurrido antes, o al menos nunca me dió tan fuerte como ahora. En las dos o tres ultimas peliculas ha habido alguna cosa que me ha hecho daño emocional, desear abandonar la sala... En toda regla, una bofetada de guión a mi triste existencia.
Dicen que a todo se le puede sacar una lectura positiva. Yo no sé si esto es bueno o malo, lo que sí sé es que no quiero tener que restringir mi cartelera a la de Disney!