He vuelto de una nueva visita a Barcelona, ya tradicional por estas fechas otoñales. En esta ocasión el balance de estos cuatro dias resulta desigual, me ha dejado una sensación agridulce.
La escapada alli siempre me ha aportado dosis de liberación, de abandonar las rutinas diarias por unas horas, de asombro ante la magnitud de la vasta extensión de sus calles, de sus edificios, de la enorme vida multicultural que alberga, en una ciudad con la que me identifico si o si, y en la que el valenciano que tan poco utilizo habitualmente ve reforzada su entonación para convertirse en un catalán del que se me comienzan a escapar palabras en cuanto me adentro en su entorno (no sé cómo lo hago pero asi es).
Eso ha sido siempre así, y esta vez no ha sido una excepción. Sin embargo, tras el viaje del año pasado, del que guardo un estupendo recuerdo, inconscientemente uno desea que las cosas sean por lo menos igual de buenas que entonces. Es lo peligroso de crear un precedente de alto nivel, que no siempre puede salir todo tan bien como hace un año. O quizás sea porque el año pasado estaba trabajando y ahora no, supongo que eso también influye...
El sábado mis hermanos actuaron en el Cosplay disfrazados, pero no tuve muchas ganas de verlo. Con lo poco friki que soy, y lo hostil que siempre me ha resultado el ambiente superpoblado del Salón del Manga, preferí quedarme allí, descansando en el stand, echando unas risas con las
fanzineras dibujantes. Igualmente no resulta muy normal ir dos veces al cine en estos cuatro dias, que parece que no haya cines en mi ciudad!
Para colmo, el lunes se me llevó el coche la grúa, por estar aparcado ante un paso de minusválidos por el que -según un vecino de Badalona- jamás se ha visto un minusválido pasar por alli. No pensé que fuera a ocurrir tal cosa, ya resulta bastante dificil encontrar donde aparcar por esa zona de la ciudad en la que está el hotel (yo ya la llamo
vadolona) como para tener eso en cuenta. Era la primera vez que me pasaba, y la broma se me llevó casi 100 euros... :'(
Una vez recuperado el coche, ayer fue el viaje de vuelta, yo sólo. Un viaje largo pero tranquilo, a pesar de haber perdido una luz de cruce y haber reparado en ello a mitad de trayecto. Es la primera vez que se me funde una luz desde que tengo el coche (ahora es cuando me acuerdo del kit de bombillas de repuesto que
voló aquella vez que me abrieron el coche). Pero no me supuso ningún problema. Fui a mi aire, con mi música... pensando en mis cosas.
Aunque aparentemente no tenga nada que ver con lo que he contado, me surge una reflexión: Con el tiempo y los años transcurridos... ¿a donde ha ido a parar el romanticismo?
Ya escribiré más sobre ello.